Había un hombre a un sombrero pegado. Su sonrisa caida en pensamientos tan suyos que, ni él mismo podía desgranarlos. Una sonrisa, un entrecejo, un mal gesto, un beso insoluble…
Era un viejo joven y un joven viejo, según el viento de poniente o de levante soplase sobre su blanco sombrero de algodón.
MaLuisa SChaves