David

Había un hombre a un sombrero pegado. Su sonrisa caida en pensamientos tan suyos que, ni él mismo podía desgranarlos. Una sonrisa, un entrecejo, un mal gesto, un beso insoluble…

Era un viejo joven y un joven viejo, según el viento de poniente o de levante soplase sobre su blanco sombrero de algodón.

MaLuisa SChaves

 

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